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De entre las alegaciones maliciosas acerca del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), está que atacaba a los convoyes comerciales;
De entre las alegaciones maliciosas acerca del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), está que atacaba a los convoyes comerciales; obra semejante de acto de robo y bandolerismo –nuestro noble Mensajero está lejos de lo que dicen-, y mencionan aquí su salida hacia el convoy de Qoraysh en la famosa batalla que terminó siendo la gran batalla de Badr.
Sin embargo, la realidad, es que quienes afirmaron eso, no saben que la guerra ya existía entre Medina y La Meca, y que los enfrentamientos empezaron desde el nacimiento del Estado islámico. Acto seguido, era lógico y previsto que los Qoryash no se callaran ante el establecimiento de una entidad para el Islam en Medina, y ellos son quienes no ahorraron esfuerzo alguno en impedir al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) llegar a ella, hasta los últimos momentos, anunciando incluso un premio para quien lo matara mientras estaba en el camino.
Abû Ÿahl manifestó esta enemistad que brotó entre ambas partes; cuando Sa‘d Ibn Mu‘âd (que Al-lâh Esté complacido con él) fue a La Meca para realizar la ‘Umra (Peregrinación menor). Umayya Ibn Jalaf y él eran amigos, de modo que cuando Sa‘d iba a La Meca, residía donde Umayya, y cuando este último iba a Medina, se quedaba en casa de Sa‘d. así pues, cuando el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fue a Medina, Sa‘d se dirigió para efectuar la ‘Umra, residiendo con Umayya en La Meca. Así que le dijo (a Umayya): “Búscame una hora de paz, tal vez pueda realizar Tawâf (Circunvalación alrededor de la Ka‘ba)”. Por lo tanto, salieron juntos cerca del mediodía, y encontraron a Abû Ÿahl, que preguntó: “Oh Abû Safwân, ¿quién es este hombre que está contigo?”. Contestó: “Es Sa‘d”. Entonces Abû Ÿahl le dijo: “No creo que puedas efectuar el Tawâf en seguridad, mientras deis refugio a los apóstatas (se refiere a los musulmanes), pretendiendo auxiliarlos y apoyarlos. Por Al-lâh, si no estuvieras con Abû Safwân, no regresarías a tu familia sano”. A lo que Sa‘d respondió con voz alta: “Por Al-lâh, si me impides esto, te impediré lo que es más grave que aún, es decir tu camino a Medina”[1]. Por consiguiente, esto fue un anuncio claro de estado de guerra, de modo que Sa‘d no se salvó sino porque estaba bajo la protección y seguridad de uno de los jefes de Qoraysh.
No obstante, aunque supongamos que este suceso no tuvo lugar, no hay duda alguna de que había una entidad que se estaba estableciendo con los habitantes de Medina, la cual es el corazón del país y la ciudad de mayor influencia. Dicha entidad estaba estableciéndose cerca de ella, o sea en Medina, por la cual pasaban sus convoyes hacia los países de Sham; de modo que cada parte llegó a representar un peligro para la otra. Por tanto, era necesario para La Meca recuperar su prestigio y asegurar su camino, impidiendo la divulgación de este llamamiento que la derrotaba, desde que comenzó en su tierra y hasta que salió, en aquel momento de su poder, a una nueva tierra. Al mismo tiempo, Medina tenía que defender su existencia en las primeras fases de su construcción.
Sin embargo, este suceso señala algo importante para nuestro contexto actual, es decir que el Estado islámico en Medina, no atacaba a los convoyes de La Meca hasta este momento a pesar de su posibilidad (para hacerlo); por eso, Sa‘d amenazó a Abû Ÿahl con utilizar aquel papel impidiéndole el camino de comercio a Sham; es decir, que el comienzo en cuanto a declarar el estado de guerra, fue por parte de los Qoraysh, y en La Meca.
También, ocurrió otro suceso en el que los Qoraysh anunciaron abiertamente la guerra, y estuvo a punto de causar la primera tentación interior en Medina; puesto que los Qoraysh enviaron un mensaje a Ibn Ubaî y a quien adoraba a los ídolos con él, de (las tribus de) Aws y Jazraÿ –en aquel día el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) estaba en Medina –diciendo:
“Habéis dado refugio a nuestro amigo, y nosotros juramos por Al-lâh que debéis matarlo o echarlo fuera; si no, iremos todos hasta vosotros, para matar a vuestros combatientes y tomar a vuestras mujeres”.
Cuando eso llegó a oídos de ‘Abdul-lâh Ibn Ubaî y a los idólatras que estaban con él, se reunieron para matar al Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam). Sin embargo, cuando el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se enteró de eso, se encontró con ellos y dijo: “La amenaza de Qoraysh alcanzó la cumbre. Ellos (es decir, los Qoraysh) no os embaucan (o engañan) con más de lo que queréis embaucaros a vosotros mismos; deseáis luchar contra vuestros hijos y hermanos”. Así pues, cuando ellos oyeron eso del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), se separaron. Luego, Qoraysh hizo lo mismo con los judíos[2].
Entonces, como dice Karen Armstrong: “Mohammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) llegó a Medina como refugiado que se salvó de la muerte por un milagro, y ese peligro sobre su vida continuó durante los cinco siguientes años, en los que la Umma (comunidad musulmana) afrontó la probabilidad del exterminio. Normalmente, en Occidente, imaginamos a Mohammad como un líder de guerra (que camina) blandiendo su espada, para imponer el Islam sobre una sociedad que lo odia por la fuerza de las armas. Sin embargo, la verdad era muy diferente; pues, tanto Mohammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) como los primeros musulmanes, luchaban fuertemente por sus vidas”[3].
Por ende, no era normal que el profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se quedara con las manos atadas antes estos desafíos, por lo que mandó expediciones exploratorias en la zona que rodea Medina, así como ocurrieron pequeñas batallas donde no hubo lucha sino raramente, pero sí se establecieron pactos con las tribus de las regiones. Y la más importante de estas batallas, fue la batalla de Al Abwâ’, pero no tuvo lugar lucha alguna en ella; más bien, se reconciliaron con Banû Dhamra, y también, la expedición de ‘Ubaida Ibn Al Hâriz, en la que ocurrieron escaramuzas pequeñas con los idólatras, bajo el liderazgo de Abû Sufân Ibn Harb. Asimismo, la expedición de Hamza Ibn ‘Abdul Muttalib estaba por matar a otra donde estaba Abû Ÿahl, si no fuera por la intervención del líder neutral Maÿdî Ibn ‘Amr Al Ÿuhanî.
Y con estos desarrollos, los Qoraysh empezaron a comprender que el asunto no era nada fácil, y que Mohammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no se callaría ante todas las amenazas precedentes, pues sólo entonces cambiarían las cuentas. Así pues, Abû Ÿahl dijo: “¡Oh Qoraysh!, Muhammad llegó a Medina y envió a sus vanguardias, y seguramente quiere algo de vosotros. Por lo tanto, cuidado con pasar por su camino o acercaos a él; ya que es como el león feroz, está indignado contra vosotros”[4].
¿Acaso no es sorprendente que la historia olvide todo esto, lo que confirma la existencia de la enemistad, que los Qoraysh son quienes la empezaron, y su atención a la presencia de peligro en el camino hacia Sham, y luego algunos hablan como si la historia de la guerra hubiera comenzado cuando el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) salió para atacar una caravana de Qoraysh? Y después, se forman las acusaciones, de modo que el lector que no está informado, pensará que la Península Arábiga estaba en (un estado de) paz y seguridad, y que los Qoraysh se sorprendieron de que una caravana suya fuera expuesta al peligro.
Todos los sucesos que ocurrieron, afirman que el estado de guerra ya existía, y que la preparación de ambas partes a ella existía también. Y bajo esta atmósfera, Abû Sufyân pudo saber y observar el movimiento de los musulmanes; de modo que envió a un advertidor a los Qoraysh y luego tomó otro camino. Así mismo, los Qoraysh pudieron prepararse rápidamente y dirigirse a Badr, y todo eso en un tiempo muy corto, en el que los musulmanes no pudieron regresar a Medina y pedir ayuda. Mejor dicho, salieron al encuentro de la caravana, y delante de ellos, estaban los enemigos. Todo esto es una prueba sobre que los Qoraysh vivían en un estado de guerra, y que no se sorprendieron cuando les llegó la advertencia de Abû Sufân.
Además de lo anterior, el lector debe recordar que las riquezas de los musulmanes y sus hogares en La Meca fueron efectivamente saqueados, y que Badr era el primer intento para recuperar algo de lo que se les había robado.
Los musulmanes salieron secretamente de sus casas emigrando a La Meca, por lo que no pudieron llevar sus pertenencias con ellos, ni vender las tierras que poseían, o sus casas, etc. Y todas esas posesiones que dejaron, fueron robadas y utilizadas por los Qoraysh.
Teniendo en cuenta que el líder real, Abû Sufyân Ibn Harb –que era el mismo líder de la caravana a la cual encuentro salieron los musulmanes- se encargó de apoderarse de las casas de los emigrantes y venderlas; y la cumbre de lo que hizo, es confiscar todos los hogares de los Banû Ÿahsh después emigrar este, pues vio que él los merecía más porque una de sus hijas –cuyo nombre es Al Fâri‘a- estaba casada con uno de ellos -o sea Abû Ahmad Ibn Ÿahsh-, así que Abû Sufyân confiscó su casa, se apoderó de ella y luego la vendió. Cuando ‘Abdul-lâh Ibn Ÿahsh se enteró de lo sucedido, se quejó al Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) de ello, a lo que contestó: “¿No quieres, oh‘Abdul-lâh, que Al-lâh te otorgue una casa mejor en el Paraíso?”. Respondió afirmativamente. Entonces el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Eso será para ti”[5].
Y aun cuando el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) entró en La Meca el día de la conquista, Usâma Ibn Zayd (que Al-lâh Esté complacido con él) le dijo: “Oh Mensajero de Al-lâh, ¿residirás en tu hogar en La Meca?”. Contestó: “¿Y acaso ‘Uqayl nos dejó casas (donde alojarnos)?”. Teniendo en cuenta que ‘Uqayl era el hijo de Abû Tâlib, tío paterno del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), quien junto con su hermano Tâlib se apoderaron de las propiedades de Abû Tâlib, y no dieron ni a Ÿa‘far ni a ‘Alî –ambos hijos de Abû Tâlib- su parte; porque eran musulmanes. Después, vendió dicha casa y dispuso de ella. Este es un ejemplo sobre el apoderamiento de los parientes incrédulos acerca de las riquezas de quien habían abrazado el Islam de entre ellos.
Es importante citar que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), después de conquistar La Meca, no cambió nada de las actitudes de los idólatras respecto a dichas propiedades, aunque podía hacerlo. Sin embargo, hizo caso omiso, a fin de ganar los corazones, evitando abrir heridas y establecer nuevos rencores, llevando a los emigrantes a dejar lo que se tomó de ellos, por la causa de Al-lâh[6].
No obstante, el asunto no se limitó a apoderarse de lo que los emigrantes habían dejado en La Meca, sino que los incrédulos persiguieron a quien tenía dinero, así como ocurrió con Suhayb (que Al-lâh Esté complacido con él). Pues, Abû ‘Osmân An-Nahdî (que Al-lâh Esté complacido con él) narró: ‘Cuando Suhayb quiso emigrar a Medina, los incrédulos de Qoraysh le dijeron: Viniste a nosotros mendigo, y tú dinero aumentó aquí, alcanzando una cierta posición. Y ahora quieres salir con tu alma y dinero. Por Al-lâh, no será así. Él les dijo: ¿Acaso si os doy mi dinero, me dejáis libre? Contestaron afirmativamente. Entonces él dijo: Os doy testimonio de que les di mi dinero. Luego, cuando el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se enteró de eso, exclamó: “¡Suhayb ha ganado, Suhayb ha ganado!”[7]’.
Todas estas riquezas fueron tomadas mediante la opresión y la injusticia, sabiendo que los musulmanes tenían mucha necesidad de ellas, sobre todo durante la emigración, y después de haber construido el nuevo Estado islámico. Así pues, es extraño considerar los intentos de recuperarlas como algo reprobable, o un ataque que representa una ofensa a una gente pacífica y segura, que nunca antes se quejó.
También, de lo más importante que se puede mencionar para responder a esta sospecha, es que la misma gente de La Meca, no calumnió la honra del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) ni su moral, tampoco consideraron lo que hicieron los musulmanes como un tipo de traición; pues, la imagen es bien clara para todos, y ellos miraron el asunto con sus consideraciones militares señaladas anteriormente, además de que sabían que fueron ellos quienes empezaron con la injusticia y el saqueo de riquezas, así como empezaron con la hostilidad y el anuncio de la guerra. Entonces, ¡¿acaso la enemistad hacia el Islam llevó a algunas personas a ser más justas respecto a los Qoraysh que ellos mismos, conociendo más la condición de quienes la vivieron y sufrieron?!
[1] [Al Bujârî: Al Maghâzî (Las batallas) (3950)] [Ahmad (3794)].
[2] [Al Bujârî: Al Jarâÿ wa Al Fay’ wa Al Imâra (3004)] [Al Albânî: Sahîh. Véase: Sahîh Abî Dâwûd (2595)].
[3] Karen Armstrong: Mahoma: biografía del profeta, pág. 252.
[4] [At·Tabarânî: Al Mu‘ÿam Al Kabîr “El gran diccionario” (1533)] [Al Hayzamî dijo: sus narradores son de confianza. Véase: Maÿma‘ Az·zawâ’id 2/123].
[5] Ibn Hishâm: As·sira an·nabawiyya “La Sira profética” 3/28, Al Fâkihî: Ajbâr Makka “Las noticias de La Meca” 3/292 (2121), Ibn Sayyed An·Nâs: ‘Uyûn al azar fî funûn al maghâzî wa as·siyar 1/228 y As·Sâlihî Ash·Shâmî: Subul al hudâ wa ar·rashâd fî sirat jayr al ‘ibâd (3/225).
[6] Consulte: Ibn Sayyed An·Nâs: ‘Uyûn al azar fî funûn al maghâzî wa as·siyar 1/228.
[7] [Ibn Hibbân (7082)] [Shu‘ayb Al Arnâ’ût dijo: sus narradores son confiables] [Al Albânî: Sahîh].
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